Nadie puede explicar con claridad el fenómeno de la atracción sexual entre personas. Se han escrito libros y vendido manuales artificiales, la mayor de las veces sin éxito. Lo que está claro es que el prototipo de hombre con barba cada vez se asocia más a estabilidad emocional, virilidad, salud o masculinidad. Según un estudio publicado en Evolution & Human Behavior por los psicólogos Barnaby Dixon y Bob Brooks, de la Universidad Sur Gales, las probabilidades de atracción por el género masculino se ven aumentadas por el vello facial cuidado y largo de unos días, aumentando el atractivo sexual de éstos. Además de esto, las últimas encuestas afirman que sin barba algunos hombres son percibidos como más dóciles; para gustos, emociones.
Tiempo atrás quedan los tiempos donde dejarse la barba era símbolo de adicciones, dejadez o pobreza y para eso no hace falta viajar mucho más atrás en el tiempo; basta con preguntar a nuestros abuelos y abuelas o escuchar el asesoramiento que ofrecen incondicionalmente a sus nietos hipsters. Hoy en día barba y masculinidad caminan de la mano y despiertan el interés de los más observadores allá donde van. Hay que decir que no hablamos de la barba del vagabundo errante, de barba tintada encima de los labios por abuso de tabaco o por manchas de vino secas, sino de una bien arreglada.
Se asocia la barba a bohemios, ancianos pensadores, a tipos duros, amor de enero o a estereotipos de moda vanguardistas. A aquel hombre de las cavernas en busca de alimento, tocando los tambores con pieles de animales desollados que se encuentra con el fuego, el fuego de la pasión más primitiva. Signo reivindicativo que ha representado rebeldía y el afán incondicional de hacer las cosas diferentes: la variedad predomina en la viña. En una época en la que el vello femenino empieza a dejarse ver reluciendo con natural dignidad y belleza, la barba adquiere un compromiso con nuestra era. Resurge para mostrar signos de virilidad, masculinidad, prestigio social e incluso se asocia a paternidad, ya que muchas encuestas concluyen que un hombre con barba aparenta poder ser mejor padre.
Existe un fetiche sexual asociado con la erótica de la barba llamado pogonofilia. Debido, entre otras cosas, a las tendencias en el marketing cosmético y de la moda representada por famosos, la barba se convierte en una característica asociada al sex-appeal masculino. Como toda moda desde la beatlemanía, la sociedad demuestra no tener límites a la hora de experimentar y explorar la mente humana. Proviene de la conjunción griega de pogono (barba) y filia (amante) y como todas las particularidades del sufijo “filia” provoca las mismas sensaciones: se acelera el pulso, se dilatan las pupilas, la mente se nubla y se seca la boca de una forma incontrolable.
Lo que sí está claro, adicciones aparte, es que atracción y confianza van de la mano y si la gente asocia estos dos términos al vello facial masculino, hay que tenerlo en cuenta a la hora de analizar las preferencias sociales actuales y las probables inmediatas.