Érase una vez un negocio llamado Barbería, donde se reunía la gente con un objetivo común: reducir el volumen de su cabello o barba. Todas las mañanas abría sus puertas y el corazón al barrio, aldea o pueblo. A pesar de que la intención original y prioritaria era la de cortar el pelo o acicalar la barba, la espera dentro del local, las conversaciones con los presentes, la voz del locutor o la música de la radio hacían que se respirara un ambiente de camaradería y buena onda. Una revista de actualidad o un periódico deportivo, una revista de automóviles o el diario de economía servían para vencer al aburrimiento. La gente pasaba con una regularidad militar a afeitarse la barba una y dos veces por semana, las tertulias no cesaban y las mañanas eran dinámicas y enérgicas. Con el tiempo y por las circunstancias que este mismo nos depara, fueron dejando de frecuentar los clientes este acogedor lugar, cálido en invierno y fresco en verano. Aparecieron otros negocios junto a otro tipo de servicios: cuchillas a bajo precio y saturación de profesionales que ofrecían las labores que siempre había hecho Barbería. Tocaba reinventarse volviendo a los orígenes. Así que Barbería se esmeró mucho en la labor, recuperó el look que siempre tuvo y le dio un nombre del que nunca presumió. Reabrió como Barber Club o Club de Caballeros, añadió servicios, que a día de hoy son tendencias en barberías, con los que pretendía detener el tiempo y crear ese escenario agradable y pausado en unos tiempos en los que la prisa, nunca se detiene.
Los negocios solicitan reinventarse constantemente. Requieren de visión, perspectiva y sentido común. Con la proliferación de peluquerías bajo coste, unisex y comercios no locales, el negocio de las barberías ha pasado por una mala racha de la cual parece que se está recuperando, haciendo frente a la incontable competencia. Aún así, hay que seguir exprimiéndose el coco para satisfacer al cliente y conseguir que regrese asiduamente.
Para ello, hay actualmente varias opciones al abasto del cliente más exigente. Una de ellas es ofrecer Barbepil en el menú de servicios. Pero existen otras que recrean esa atmósfera de caverna masculina. Es posible que el jefe deleite al nuevo invitado con una cerveza artesanal durante la espera o una copita de Ribera. ¿Acaso no apetece un chupito al finalizar? ¿Antes o después del café? De la radio a la televisión por cable, en el Barber Club no te perderás el partido de tu equipo favorito mientras te repasas el vello facial y te arreglas el cabello. Hay ocultos lugares en la desembocadura de misteriosas escaleras que abren en cálidos espacios con mini-bar y futbolín mientras escuchas música desde el reproductor de vinilo jugando al billar o enchufándote a la “PlayStation 4” y sacando el niño que llevas dentro.
Todo esto contribuye a dibujar un entorno idílico y hace volver un poco a aquellas barberías de antaño donde se juntaba aleatoriamente el vecindario, donde éste ofrecía obsequios y regalos a su barbero y donde éste otro era un elemento fundamental de la sociedad: querido y valorado por todos, amado y respetado por tantos.